Llevaba más de un mes fuera de España y por lo tanto, me había perdido gran parte de las movilizaciones de los indignados. Al llegar a Barcelona, un par de días antes del 19J, la euforia de varios amigos y colaboradores era contagiosa. Más de lo esperado. Obvio que mi grupillo de activistas fieles estarían organizándose y coordinando la participación. Pero para mi grata sorpresa, muchos que no suelen manifestarse compartían la indignación tan propagada y estaban preparándose para formar parte del movimiento.
Hay varias razones para ir a manifestaciones que revindican más justicia, menos corrupción y más derechos para todos. En estas épocas de democracia representativa que estamos viviendo, manifestarse es casi una obligación, el último recurso que tiene la ciudadanía para recuperar el poder cedido al político cuando estos olvidan a quien representan. Por ello, salir a la calle con una reivindicación pacífica y reformadora, no sólo es saludable sino que es el ejercicio que permite recordar los principios de libertad y consenso en los que se apoya la democracia real.
Pero el 19-J no era sólo el apoyo a la indignación propuesta para una reforma real de la gestión del poder actual, que no es poco. Iba mucho más allá. Y se traducía también como una indignación hacia cómo la prensa y los medios de comunicación convencionales habían intentado criticar al movimiento por no tener propuestas concretas; indignación por como intentaban frivolizar a los participantes estereotipándolos como “jóvenes parados” o “ violentos sin oficio”; indignación ante aquellos que nunca salen a la calle pero se lanzan a criticar rápidamente cualquier indicio de reforma y movimiento que proponga cambios sistémicos. Muchos de los que salieron el 19J no estuvieron el 15M. Y quisieron estar presentes ese día para no dejar que algo tan esperanzador y simbólico fuera diluido por falsedades simplistas.
Hacía día de domingo. Sol con brisa mediterránea. Esa combinación de elementos que sólo te regala una ciudad como Barcelona. Día perfecto para pasear por la Barceloneta… y para manifestarse en Plaza Cataluña. Bajamos el paseo de las Ramblas desde la Diagonal, y mientras me acercaba al centro de la protesta tenía dos objetivos claros en mente: demostrar que no era un movimiento radical de jóvenes anti-sistema y hacer entrevistas para identificar propuestas concretas que pudieran aportar cierto consenso al movimiento. Ambas fueron fácil de hacer.
La gente que se aglutinaba en torno a la plaza era un mosaico intercultural e intergeneracional de todo lo que podría estar representado en Barcelona. Profesionales de todo tipo, asociaciones de jubilados, padres de familia con hijos, jóvenes de todos los estratos sociales, residentes y no residentes. La bajada de plaza Cataluña por Vía Layetana, como se esperaba, fue una fiesta folklórica, con mucha música, mucho ingenio y mucho humor. Desde las cinco que empezaban a bajar, a las seis, las siete, pasadas las ocho. La gente inundó las calles. 200.000 personas llegaron a pronosticar.
Y las propuestas estaban allí. En la boca de muchos de ellos, compartidas y propuestas en diferentes formatos. Concretamente, cinco de ellas parecían tener el consenso unánime de todos: listas abiertas en programas electorales; nueva ley electoral que no discriminara partidos minoritarios; que los imputados políticos no se pudieran presentar; disolver o reducir significativamente la diputación; disolver el senado.
¿Y ahora que? decían algunos ¿después de esto qué? Quizás lo malo de la democracia participativa, es que precisamente se ha de participar. Y uno se pregunta si esta sociedad ha construido un modelo de convivencia que promueva la participación activa de la ciudadanía. Quizás por eso el 19J no fue un domingo cualquiera. Salir a la calle a mostrar la indignación y decir que no se está de acuerdo es positivo y necesario. Pero es sólo el primer paso. Implicarse en la transformación social requiere de mucho más. Es un trabajo que se ha de realizar desde los barrios, desde las casas, empezando con uno mismo. Me consta que muchas de las personas con las que hablé ese día se fueron a casa con esta reflexión. Y sólo eso ya es una victoria.